Estos objetivos están alineados con las estrategias nacionales y europeas, que están orientadas a fomentar una economía sostenible, eficiente y competitiva alejándose del modelo económico actual basado en “producir, usar y tirar”.
Los principios de la economía circular quieren romper con esa fuerte dependencia de las materias primas, su elevado coste y su vulnerabilidad, generando valor a través del intercambio, el mantenimiento, la reutilización, la remanufactura y el reciclaje de los recursos. Las empresas podrán ahorrar dinero mientras reducen las emisiones de gases de efecto invernadero ya que en el modelo actual de producción los materiales que usamos a diario suponen el 45% de las emisiones de C02.
De este modo la transición hacia una economía circular supone aumentar la protección del medio ambiente, reducir las emisiones minimizando el consumo y la generación de residuos, garantizar el suministro de materias primas y favorecer a la reutilización de recursos locales, fomentando la competitividad, la innovación, el empleo permitiendo un crecimiento económico sostenido y sostenible.